Painting box




Cuando era niño, mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mí unas grandes pizarras negras —una para cada uno para evitar conflictos— donde dibujábamos o escribíamos de forma rudimentaria, con unas tizas de un perfecto color blanco, en forma de paralelepípedos de base cuadrada. O bien nos peleábamos, arrojándonos los borradores de fieltro, según fuera nuestro estado de ánimo.

Yo nunca conseguía ver reflejadas en aquellas manchas blancas las imágenes que iban y venían por mi imaginación. Mi hermano mayor comentaba ante mi frustración:

—Lo que te pasa es que no tienes paciencia. Hay que tener paciencia.

Pero la paciencia no mejoraba mis habilidades, y aunque aprendí al menos cómo encajar una figura dentro de un rectángulo, de aquellas experiencias viene seguramente mi escepticismo con las artes visuales.

Un buen día mi padre nos trajo un paquete de tizas… ¡de colores! Estas eran diferentes de las blancas, eran cónicas y más duras, y era más difícil pintar con ellas. Cuando se pinta, los materiales determinan la apariencia de la obra, como ya sabían los autores de las pinturas rupestres. 

Las tizas nuevas formaban una extraña gama de colores que, con toda seguridad, no existen en la naturaleza. Aquello añadió una dimensión nueva a mi faceta de graffitero avant la lettre, pero me trajo también algo más, algo que sólo recientemente he descubierto.

Es conocido el poder evocador de los olores —el olfato es nuestro sentido más primitivo— y también del sonido, de las melodías. Pero rara vez se habla de la capacidad de los colores, en abstracto, sin que formen ninguna figura, de traernos recuerdos. Recuerdos con frecuencia obscuros en los que sólo aparecen sentimientos difusos que nos cuesta relacionar con personas o acontecimientos.

Y ahora encuentro a veces algún color en cualquier objeto casual, y surgen aquellos sentimientos remotos, enlazados con aquellas tizas de colores. Y vuelvo a verme inmerso, con una rara intensidad, en aquel tiempo en que no entendía nada, en que todo era posible.



It's been ten years and a single day 
since the child that I was 
became the child that I still am today


(Callie Crofts, October)




Haiku to Greg




This is a visual haiku in memory of the late Gregory Lake. STTL 

Executive Producer,
Screenplay,
Production Design,
Location Manager,
Sound Design,
Director of Photography and
Camera Operator: Raoul de Metz.

Special guest appearance of a Schindleria Præmaturus.
Pebble dropping performed by Anne de Bretagne.

Transportation facilities provided by Audi AG.
Cameras and lenses by Canon Inc.