Último vals en Binic


Así vamos, de isla en isla, de puerto en puerto. Acosados pero nunca tristes.

Sabemos que nos seguirá a todas partes, así que no vale la pena perder la calma: estará allá donde vayamos.

Hemos recorrido los cinco continentes, las cinco islas donde el mundo termina: Pascua, Macquarie, Tristão da Cunha, Jan Mayen, Spitsbergen.

En el norte de Alaska, bajamos desde los pozos de petróleo de Prudhoe Bay, siguiendo el oleoducto. En Fairbanks nos desviamos al Este para entrar en Canadá y corremos por la Alaska Highway, pavimento de gravilla congelada, permafrost, hasta Vancouver. Luego al sur hasta California, oh I wish I had a river

Saltamos a Hawaii y Japón; sin internet, nombres falsos en los hoteles, borrando las huellas que vamos dejando en la nieve; la península indochina, Birmania, Laos, restos de la guerra, enormes cráteres yermos aun visibles, provocados por las bombas que lanzaban los B-52 cuando trataban de cortar la ruta Ho Chi Minh; travesía de incógnito a Benarés, los ghats desde donde vemos pasar cadáveres flotando; salto a Sri Lanka, un buda yacente gigantesco con un texto grabado en las plantas de los pies; de allí a Egipto y su civilización muerta, Europa decrépita, la Marcha Radetzky en Viena.

Más islas, Islandia, el Sprengisandur, atrapados sobre la grieta que abre en dos el Atlántico, con la suspensión rota. Atravesamos el bosque de Brocéliande. Pongo la televisión; Âge Tendre, Hugues Aufray, otro corredor de fondo, canta Céline. Sin transición, una pausa para bailar un vals escocés en Bretaña, tratando de que no se nos salten las lágrimas. Acordeón diatónico. La gente sonríe y nos invita a comer; son sólo turistas perdidos, dicen.

La persecución no cesa. Hemos tratado, sin éxito, de que nos confunda con el paisaje. Aquí viene, lo sabemos. Abrazados bailamos un último vals mientras el sueño cae sobre nosotros. Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero no dictamos las normas. Aquí llega, coge mi mano, así nos iremos juntos, aquí llega, she's very rarely late, aquí llega. La Muerte.


Go take a sister, then, by the hand 
Lead her away from this foreign land 
Far away, where we might laugh again 
We are leaving, you don't need us

(Wooden Ships, Crosby, Stills, Kantner, 1969)



Gustave Courbet – Le Change, Episode De Chasse au Chevreuil en Franche-Comté.
Colección Wilhelm Hansen. Museo Ordrupgaard, Charlottenlund, Danmark.

8 comentarios:

  1. Ni tristes ni nerviosos, me gusta eso. Si no hay escapatoria, para qué dedicar tiempo a temer. Mejor emplearlo en bailar el vals.

    "las cinco islas donde el mundo termina", qué bonito :)

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    1. Según algunas controvertidas teorías, es peligroso viajar a las cinco islas, pero si te mueves con suficiente rapidez, te vuelves invisible.

      Saludos.

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  2. Así debería ser La Muerte: un tranquilo compás de 3/4.

    Besos.

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    1. En efecto, Sara. Y mi intención es que sea así.

      Saludos.

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  3. Eso de que algunas cosas siempre estén allá donde vayamos produce un poco de desencanto porque da la sensación de que ya no quedan lugares sin algún tipo de "colonización".
    Saludos.

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    1. Me refiero a la muerte. No importa cuánto te alejes, allí estará.

      Saludos.

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  4. Desde luego no importa ni el lugar, ni la compañía ni el estatus, la muerte como bien dices nos acompaña desde el día que vinimos al mundo, pero puestos a escoger que nos deje tener un baile tan dulce como el que has escrito, recorriendo mil lugares y disfrutando la vida, sin dolor y sabiendo que hemos vivido.

    Saludos

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    1. Exacto CC, ese sentimiento es el que he tratado de expresar: dejarse llevar por la corriente del Tao hasta que la muerte nos alcanza sin remedio.

      Saludos.

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