Entré al edificio por una puerta lateral, evitando la entrada principal que da al bulevar. Qué raro, tán poca gente a esta hora. Es hora de cerrar para la mayoría de los comercios y, en un día lluvioso como hoy, el lugar debería estar bastante lleno.
Notaba cómo me iba poniendo cada vez más nervioso y sabía por qué. Iba deambulando por las tiendas de alrededor, mirando los escaparates que apenas atraían mi atención, mientras una tristeza insoportable caía sobre mí, hasta que finalmente, me dirigí a la salida pensando "Me voy, me largo lejos de aquí".
Junto a la salida lateral, me fijé en un grupo de personas. Me pareció conocerlos… De pronto, el grupo se dirigió a la puerta principal, y de repente, allí estaba ella, salida de la nada.
Salió por la puerta, sin prestar atención a los demás, que se apartaron discretamente. Me acerqué a ellos sin pensar con claridad en lo que hacía. Me abrí paso sin muchas contemplaciones, salí al exterior y me encontré de nuevo en el bulevar, caminando tres metros tras ella y otra vez lloviendo.
Había olvidado lo alta que es. Allí estaba, con su abrigo beige tres cuartos, su corta melena, sin flequillo esta vez, zapatos de medio tacón, tán elegante, tan mona, tán clásica y sin paraguas.
Quería verla de frente, pero ello me obligaba a una maniobra extraña. Podía golpearle suavemente en el hombro, tap tap, Hola, ¿tú por aquí? Podía adelantarla, darme la vuelta, no sabía qué hacer. Y mientras andaba en estas consideraciones, frenó en seco y casi choqué con ella.
Se dio la vuelta y miró por encima de mi cabeza, sin verme, quizá tratando de encontrar a alguno de sus familiares. Bajó la cabeza, apuntó hacia mí su mirada. Primero una mueca como de sorpresa, tan breve que no me dio tiempo a contemplar su rostro. Como en un flash, sus ojos, su cicatriz, su piel blanca, blanca, que dios me de serenidad.
Su rostro se transmutó. Sentimientos mezclados, ninguno de ellos agradable. Me miró, tratando sin conseguirlo que me evaporase, sus ojos diciéndolo todo, precisamente tú, precisamente aquí, precisamente hoy.
Como en un hábil truco de magia, de esos que hacen murmurar "Oooooh" al público del circo, él, sí él apareció de pronto junto a ella. Ese plantígrado inútil, ese torpe tonto del culo, siempre en el lugar equivocado, la tomó por el codo con su mano izquierda, mientras en la derecha, un paraguas automático se desplegó como una flor que se abre en cámara acelerada, en un movimiento de infinita elegancia, bajo el que ambos quedaron cubiertos, ese paraguas estampado de hojas, de hojas de arce, un árbol mágico como un sauce llorón, como una pequeña casa hecha de hojas, ambos dos, y yo allí con la lluvia.
Retrocedí, retrocedí y me encogí sobre mí mismo, en un complejo movimiento que sólo nosotros, las lombrices, sabemos realizar, corrí cuesta arriba por el bulevar, intentando no correr demasiado, tratando de aplicar a mis pies un ritmo pausado, uno, dos, uno, dos, "I'm late, I'm late, for a very important date", Elysian Heights es un sitio de mierda para correr cuesta arriba, ya sabéis, y más todavía si eres fumador empedernido, allí corriendo, jadeando, como un pez dorado caído fuera de su pecera, buscando desesperadamente una papelera donde arrojar aquel objeto en mis manos, ahora tán obvio y fuera de lugar que, para mi extremo horror, descubrí que llevaba todavía conmigo, dónde estáis, papeleras, cuando se os necesita. Corrí, esta vez cuesta arriba, esta vez con la lluvia de cara.
There you are, in the lost city,
at the end of the world, where the lions weep.