Sniper

 



Los dos chicos iban charlando apoyados junto a la puerta del vagón del metro.

No es tán complicado. Una ecuación no es más que una igualdad de dos expresiones matemáticas. Y entonces, si alguna parte es una derivada, la ecuación se llama ecuación diferencial.
—No, si lo entiendo, pero a lo mejor es que no le veo una utilidad clara.
—Luego te pondré un par de ejemplos y verás cómo lo pillas. Es muy fácil.
—Eh chicos ¿cómo se abren las puertas?

Los dos levantaron la vista a la vez hacia la joven que al parecer les hablaba a ellos. Estaba en el centro del vagón, cogida con un brazo a la barra vertical. Con la otra mano sujetaba un patinete eléctrico.

—Tienes que apretar el botón verde, el que pone 'OPEN'— dijo uno de ellos.
—¿Y para cerrar las puertas?— replicó la chica.
— Carl, ¿no ves que te está tomando el pelo?— y dirigiéndose a ella: —las puertas se cierran solas antes de que el tren arranque.
—¿Quieres decir que las cierra el conductor?— continuó ella.
—Este tren no lleva conductor, es automático.
—¿Que no lleva conductor?— el gesto de sorpresa de la chica parecía genuino.
—Carl, te digo que te está tomando el pelo.— Pero él parecía haber adquirido un repentino interés por la chica y la observaba, ahora con más atención. 

El aspecto de ella era algo peculiar. No era muy alta, metro sesenta y cinco o así, pero parecía fuerte. "Seguro que juega a balonmano o hockey hierba" pensó Carl. Pelo muy corto y rubio. Hablaba un poco raro, parecía extranjera, como de algún sitio de centroeuropa. Vestía un mono negro con grandes lunares color naranja, con una cremallera a lo largo del frontal. Manoplas y zapatillas de ciclista. Y una pequeña mochila de la que parecía asomar la cabeza de un conejo de peluche que guiñaba un ojo.

—El tren no tiene conductor, pero es mucho más seguro que si lo llevase.
—No me lo creo, pero es igual. Ciao.

La chica dio una palmada al botón verde mientras el tren iba frenando ya en la estación. Bajó del vagón con el patinete y Carl salió tras ella. Su amigo se quedó atónito.

—Pero ¿a dónde vas?
—Las ecuaciones diferenciales otro día. Sorry, es un LAFS.— LAFS era su clave para "Love At First Sight".

Carl caminaba tras ella en medio del andén abarrotado, con gente moviéndose de aquí para allá entre codazos y empujones. Ella se quedó parada y se creó un atasco momentáneo. Se dio la vuelta.

—Tío, me estás siguiendo.
Pues sí, pero yo no voy por ahí contando mentiras, "¿Cómo se abren las puertas?"— dijo imitando la voz de ella. —Yo lo que digo es: a la salida de esta boca del metro hay una cervecería muy buena. Salimos, te invito a una cerveza y ya está. Y te cuento cómo funciona el metro automático sin conductores.

La chica lo pensó un instante.

—Bien, pero vamos ya, que aquí estamos entorpeciendo el paso y me están pisoteando el patinete.

Salieron a la calle y se dirigieron a la cervecería. Había mucha gente. Él le señaló una mesita en el centro del local.

—Coge la mesa, yo voy a pedir a la barra. ¿Media pinta de lager?

Ella hizo un gesto afirmativo y se sentó en una banqueta alta. Se acercó una camarera que andaba recogiendo mesas.

—Tiene que dejar el patinete en la calle.

La chica puso gesto de contrariedad, justo cuando llegaba él con las jarras.

—Tengo que dejar el patinete fuera. ¿Y si me lo roban?
—No, aquí no te lo van a robar. ¿De dónde vienes tú? Puedes dejarlo tranquilamente.

Ella salió y dejó el patinete apoyado junto a la puerta. Regresó con expresión inquieta.

—¿Seguro que lo puedo dejar fuera?
—Que sí, no te lo van a quitar.— Chocaron las jarras. —Salud.
—Salud. Es un patinete eléctrico muy bueno. Eso y el metro, lo mejor para moverse por ahí.
—¿Qué haces? ¿Repartes pizzas o así?
—No. En realidad soy… es un secreto, no se lo puedes contar a nadie.
—Soy una tumba.
—Soy sniper.
—¿Cómo?
—Sniper, especialista en tiro a larga distancia. Los militares lo llaman francotirador.
—Vaya, a mí nunca se me hubiera ocurrido improvisar una profesión así. Yo soy sólo estudiante de ingeniería civil. Y qué, ¿estás aquí por algún encargo? ¿Atentar contra algún político o algo así?
—No, no es un político, es un particular. Un particular es cuando no es político ni de ningún servicio del gobierno, o sea, empresarios, jueces, gente corriente.
—Y en la mochila esa del conejito llevas el rifle desmontable…
—No, no. El rifle lo recogeré hoy, todavía no me han dicho dónde.
—Pero sí que sabrás quién es el objetivo…
—Sí, eso tengo que saberlo mucho antes para prepararlo todo.
—Y ¿piensas dedicarte a esto toda la vida?
—No, quiero reunir dinero y dejarlo, dedicarme a otra cosa, pero no todavía. Entré en este oficio por casualidad. Pero empieza a ser un poco estresante.
—Y ¿no te parece inmoral, ser un sicario de esos que salen en los periódicos?
—Oh no, los sicarios son gente de países pobres, donde se mata por cantidades mínimas. Yo me dedico a trabajos de precisión, no es lo mismo.  
—La verdad es que pareces de lo más convincente.
—Y más te lo voy a parecer cuando despiertes y tengas que contarlo a la policía.
—¿Cuando despierte?
—La cerveza. El sabor amargo disimula muy bien otros sabores. Dentro de un poco te quedarás dormido. Tranquilo, no es letal. Pero para cuando despiertes yo ya habré hecho el trabajo y estaré en un avión camino de… quién sabe dónde, quizá otro encargo.

Carl miró su jarra de cerveza, ya casi vacía y, por primera vez sintió un leve escalofrío. No podía ser cierto. Estaba seguro de que todo era una broma, aunque muy elaborada.

—Te quedarás dormido. Primero la gente pensará que estás borracho. Luego comprobarán que no te despiertas y pensarán que te has desmayado. Preguntarán si hay un médico. Llamarán a una ambulancia y te llevarán a un hospital. Cuando te despiertes, te dirán que has sufrido una bajada de azúcar, pero que estás bien.

Carl apoyó las dos manos sobre la mesa. Se sentía algo mareado. La miró incrédulo. La chica  tenía unas bonitas facciones, casi de adolescente. Ella le miraba sonriendo, con gesto de lástima.

—Cuando veas que te vas a desmayar, pon los brazos sobre la mesa y la cabeza encima. Así no te caerás al suelo. Pobre Carl, lo siento pero tenía que hacerlo, es una maniobra de distracción. Cuando se lo cuentes a la poli no se lo creerán, pero añadirán más información confusa, más ruido. Mezclarán unas cosas con otras, se fijarán en lo que no deben, como en un truco de magia. Un mono negro con topos naranja, una mochila con un conejito, un patinete… Para entonces ya no me pareceré a Maddie Ziegler, seré más bien como Miranda Sings.
—¿Cómo te llamas?— Carl sintió que se le cerraban los ojos, se le caía la cabeza de sueño.
—Eres un encanto. ¿No querrás que te diga mi nombre real, verdad? Inventaré un nombre bonito para que me recuerdes. ¿Qué te parece Paola? Sí, ese está bien, Paola. Bueno, me voy que tengo cosas que hacer. No voy a pagar, y como tú tampoco vas a pagar en medio del follón que se va a montar, pues resulta que nos han invitado a unas cervezas, ya ves.

Se levantó y se dirigió a la puerta. Cogió su patinete y asomó la cabeza sonriendo, haciendo gesto de "adiós" con la mano. Su boca pronunció en silencio, muy despacio: Paola.

Carl notó que estaba a punto de caer. Hizo lo que se le había dicho. Apoyó los brazos cruzados sobre la mesa y la cabeza encima. La gente pasaba a su lado sin fijarse apenas en él. La camarera se acercó.

—Señor, no puede estar aquí…— Pero Carl ya no le oía.


Where's your mother? Fall down dead
dirty mind 
dirty mouth 
pretty little head

I wish you were here, I wish you'd make my bed
dirty mind 
dirty mouth 
pretty little head…