Painting box




Cuando era niño, mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mí unas grandes pizarras negras —una para cada uno para evitar conflictos— donde dibujábamos o escribíamos de forma rudimentaria, con unas tizas de un perfecto color blanco, en forma de paralelepípedos de base cuadrada. O bien nos peleábamos, arrojándonos los borradores de fieltro, según fuera nuestro estado de ánimo.

Yo nunca conseguía ver reflejadas en aquellas manchas blancas las imágenes que iban y venían por mi imaginación. Mi hermano mayor comentaba ante mi frustración:

—Lo que te pasa es que no tienes paciencia. Hay que tener paciencia.

Pero la paciencia no mejoraba mis habilidades, y aunque aprendí al menos cómo encajar una figura dentro de un rectángulo, de aquellas experiencias viene seguramente mi escepticismo con las artes visuales.

Un buen día mi padre nos trajo un paquete de tizas… ¡de colores! Estas eran diferentes de las blancas, eran cónicas y más duras, y era más difícil pintar con ellas. Cuando se pinta, los materiales determinan la apariencia de la obra, como ya sabían los autores de las pinturas rupestres. 

Las tizas nuevas formaban una extraña gama de colores que, con toda seguridad, no existen en la naturaleza. Aquello añadió una dimensión nueva a mi faceta de graffitero avant la lettre, pero me trajo también algo más, algo que sólo recientemente he descubierto.

Es conocido el poder evocador de los olores —el olfato es nuestro sentido más primitivo— y también del sonido, de las melodías. Pero rara vez se habla de la capacidad de los colores, en abstracto, sin que formen ninguna figura, de traernos recuerdos. Recuerdos con frecuencia obscuros en los que sólo aparecen sentimientos difusos que nos cuesta relacionar con personas o acontecimientos.

Y ahora encuentro a veces algún color en cualquier objeto casual, y surgen aquellos sentimientos remotos, enlazados con aquellas tizas de colores. Y vuelvo a verme inmerso, con una rara intensidad, en aquel tiempo en que no entendía nada, en que todo era posible.



It's been ten years and a single day 
since the child that I was 
became the child that I still am today


(Callie Crofts, October)




8 comentarios:

  1. Vaya, acabas de sorprenderme: No conocía el poder evocador de los colores; de hecho, creo que no lo he sentido nunca... O no me he dado cuenta... En cambio, el perfume y, sobre todo, la música tienen la capacidad de transportarme de inmediato a la imagen del pasado que, desde el engañoso presente, me da la impresión que es la que la que les acompaña.

    Tu relato tiene ese poder evocador. Nos traslada al pasado que nos cuentas, y resulta muy hermoso ese final que hubiera escrito cualquier niño curioso.

    Saludos.

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    1. Ese poder evocador de los colores es relativamente nuevo para mí, sólo lo he sentido de un tiempo a esta parte y no sé de nadie más a quien que le suceda. Pero para mí es una gran fuente de inspiración, me trae recuerdos que no hubiera podido recuperar de otro modo.

      Gracias por tu visita.

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  2. "...en aquel tiempo en que no entendía nada, en que todo era posible." Me parece una preciosa y verdadera descripción de la infancia.

    Me ha gustado mucho tu evocación de la pizarra, las tizas blancas y ¡las de colores, qué maravilla! Y es verdad, los colores en sí tienen también gran poder de evocación. Yo he sentido muchas veces cómo me transportan a momentos del pasado, quizá al momento en que me hacía consciente de la sensación que me producía un color determinado.
    Como tú has expresado tan bien, ese recuerdo es remoto y difuso, pero de una "rara intensidad", sí.

    Un texto estupendo, y me gusta mucho la cita también.

    Saludos.

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    1. Gracias A.

      Los recuerdos de la infancia se van deformando poco a poco. Al final el recuerdo lo es sólo de la última vez en que lo trajimos al pensamiento. En cambio los colores me han permitido tocar directamente la experiencia original. Ha sido un descubrimiento extraordinario.

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  3. Desde luego tus colores han sido capaces de evocar esa infancia al leerte, por un momento he imaginado esas tizas, esos olores y el tacto. Me he sentido niña de nuevo con las tizas las blancas y después las de colores jugando a imaginar.
    A mi esas evocaciones me han pasado más con una imagen, con un olor o con una música que inmediatamente me hacen vivir ese momento del pasado. En cambio con los colores no lo he sentido nunca, tampoco he conseguido saber si mis sueños tienen colores.
    Saludos

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    1. Me alegro de que el relato te haya traído buenos recuerdos.

      Es interesante eso de los colores en los sueños. En general creo que los sueños sí son en color, si no los recordaríamos como algo muy extraño, en blanco y negro.

      Teclea "soñar en colores" en un buscador y verás varios artículos curiosos sobre la materia.

      Saludos y gracias por tu visita.

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  4. Sí, la nada y el todo cohabitan perfectamente en la infancia. Nunca había pensado que los colores tuviesen también un poder evocador, más que como partes de un conjunto. Pero ahora que lo dices, sí, más de una vez he sentido esa palpitación difusa de la que hablas.

    Yo también era de los de encerado y tizas, aunque luego le cogí cariño al lápiz y el papel; se ve que las grandes imágenes no eran lo mío. Ah,y aún hoy esa canción de la ISB sigue siendo una de mis preferidas. A veces se hacían un poco plomizos, se dispersaban mucho, pero tuvieron momentos sublimes como ese.

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    1. A mí nunca se me dio muy bien manejar los colores, por eso en una época probé a dibujar con carboncillo. Pero al igual que con la pizarra, no quedaba satisfecho con los resultados.

      Y en la música en general, más que gustarme un compositor o un grupo, me gustan canciones concretas. "Painting box" es uno de esos casos.

      Saludos.

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