2009 2016
Volvimos otra vez.
Nos consideraban casi clientes fijos. Gracias a eso disfrutábamos de pequeños privilegios, como desayunar en la habitación, no tener que dejar depósito al hacer la reserva, el que nos dejaran las llaves de la entrada si íbamos a volver tarde… un trato casi familiar.
El último día, antes de ir a La Regalina, le dije, recordando un tiempo anterior:
—Ponte ahí, en la pared, cerca de la ventana. Con el sombrero blanco de loneta. Eso es. Coge la cámara. Ahora mira a tu derecha, al suelo, justo debajo de la ventana.
Perfecto. La luz no era la misma, y el encuadre ligeramente distinto. Aun así, la semejanza estaba ahí, parecería que el tiempo no había pasado.
Pero algo faltaba.
Qué bonita la primera foto, y que nostálgica la segunda.
ResponderEliminarMe alegra mucho tu regreso. No hay que tirar nada, las sobras se comen tal cual o se aprovechan de otra forma. A veces dan para platos suculentos.
Como el virus de la gripe. Una mutación y a la carga de nuevo.
EliminarGracias y saludos.
Siete años es media vida para un perro.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, la segunda vez ya sospechaba que no estaría allí.
EliminarPues usted está guapísima
ResponderEliminary una pena la pérdida
La chica del sombrero te lo agradece.
EliminarY sí, como dijo Buda, «todo está sujeto a desaparición».