2009 2016
Volvimos otra vez.
Nos consideraban casi clientes fijos. Gracias a eso disfrutábamos de pequeños privilegios, como desayunar en la habitación, no tener que dejar depósito al hacer la reserva, el que nos dejaran las llaves de la entrada si íbamos a volver tarde… un trato casi familiar.
El último día, antes de ir a La Regalina, le dije, recordando un tiempo anterior:
—Ponte ahí, en la pared, cerca de la ventana. Con el sombrero blanco de loneta. Eso es. Coge la cámara. Ahora mira a tu derecha, al suelo, justo debajo de la ventana.
Perfecto. La luz no era la misma, y el encuadre ligeramente distinto. Aun así, la semejanza estaba ahí, parecería que el tiempo no había pasado.
Pero algo faltaba.