Não há nada em lugar nenhum




 Es la primera adolescencia. Todo es posible. El futuro es como ese jardín de senderos que se bifurcan. Pero hay un caos en la mente que nadie puede explicarme. Una descarga de feniletilamina. La primera persona que pase, da igual, como hizo Ned Buntline.



Enfim, de tudo o que há na Terra
Não há nada em lugar nenhum
Que vá crescer sem você chegar
 

Mirando al futuro no se aprecia un escenario poco usual. De los juegos se pasa a los ritos; de los ritos a la placidez de una vida sin sobresaltos. Pero mirando atrás, sorprende la solidez de los primeros milagros, una solidez pétrea que ya nunca volverá a repetirse, viendo princesas donde sólo había maritornes; y caballeros donde sólo quedaban rufianes…

¿Fue todo así realmente? El poso de aquellos prodigios nos acompaña para siempre, siempre intentado regresar a ellos, siempre fallando. Como humo que se disipa; como esas nubes que se forman a diez mil metros, hechas de filamentos de hielo que nunca llegan a tocar tierra.

Ese recuerdo es una inspiración, su compañía un canto alegre, ya libre de sentimiento. ¿Era necesaria esa lucha? Dicen que, con suerte, todos atravesamos los mismos paisajes.

Ahora ya nada importa mucho, las ideas —en el sentido platónico— que nos modelaron no están, aunque nosotros sigamos aquí, pues «Tres son los tiempos de la elegancia española: el de estar a la jineta, el de estar de hinojos y el de decirle a la muerte: ¡vámonos!».