What does not engage our feelings does not long engage our thoughts either.
(Lou Andreas-Salomé)
958 D.C.
Xiè Chun Zhú entró en la habitación del maestro.
Hizo tres reverencias y se acercó a la pequeña tarima donde el maestro Wang Xing Chi, sentado con las piernas cruzadas, el mentón apoyado en algo semejante a un corto cayado, parecía dormitar. Wang era ya muy anciano.
Xiè se arrodilló ante la tarima y se inclinó hasta tocar el suelo con la cabeza. Wang abrió los ojos.
—Xiè Chun Zhú viene a mí con gesto abatido.
—Maestro, mi mente está llena de confusión— dijo Xiè haciendo una inclinación con la cabeza.
—Dime cuál es tu confusión.
—Maestro, hace ya muchos meses que pronuncié mis votos y aun hay cosas que no comprendo. Uno de los votos dice: "Por innumerables que sean los seres sensibles, juro salvarlos a todos". ¿Cómo podré salvarlos si son innumerables?
Wang permaneció en silencio. Nadie podría saber si estaba considerando la pregunta de Xiè o simplemente se había quedado dormido. Al cabo de unos instantes dijo:
—Oh, monje de ojos de topo…
Xiè permaneció de rodillas, confuso, preguntándose si con aquello el maestro daba por concluída la entrevista. Una avispa apareció volando en la estancia y se posó en una esquina de la tarima.
El maestro Wang cogió una de sus sandalias e hizo gesto de ir a aplastarla.
—He aquí una avispa. Dime, monje, ¿Es la avispa un ser sensible o no? Si respondes que sí, mientes, pues todos saben que una avispa jamás podrá alcanzar el estado del Buda. Si respondes que no, mientes igualmente, pues si arranco un ala de la avispa, sufrirá tanto dolor como si te arranco un brazo a tí. ¡Responde, monje, o la avispa morirá!
Xiè se sintió angustiado, como se había sentido durante los últimos meses cada vez que le correspondió visitar la habitación del maestro para plantearle alguna pregunta en una de las entrevistas formales.
¿Qué debía decir? Ninguna contestación parecía adecuada. Debía manifestar al maestro mediante una respuesta acertada, que había logrado algún grado de comprensión, pero su mente estaba bloqueada después de meses de dilemas sin solución.
Los músculos de Xiè estaban tensos como la cuerda de un arco, los dientes apretados, la mirada fija en la avispa.
Supo entonces que la barrera que le impedía progresar era su propio miedo, que tenía que dar el paso, aquel era el momento, era entonces cuando todo se iba a decidir. Si no era capaz, pasaría el resto de su vida entre preguntas absurdas sin solución. Se sintió como al borde de un precipicio, un precipicio pavoroso, pero al cual debía arrojarse para ser liberado. Precisaba de mucho coraje y no estaba seguro de tenerlo.
Sin saber cómo, se levantó de un salto y, con un rápido gesto de la mano, atrapó la avispa. La avispa le picó en la palma, Xiè abrió la mano con un grito de dolor y la avispa salió volando.
Xiè se quedó mirando la palma de su mano, los ojos desmesuradamente abiertos. Un sudor frío bañó su cuerpo de pies a cabeza, y quedó paralizado.
—¡Inútil saco de arroz, cómo te atreves…!— le escupió Wang.
El maestro levantó su cayado como si fuese a golpearle, pero Xiè extendió la mano y sujetó el antebrazo del anciano. Ambos quedaron frente a frente, mirándose a los ojos. Era el momento. Algo debía romperse justo entonces.
—Aun no has contestado a mi pregunta— dijo Wang.
—Tu pregunta es muy estúpida. Hasta el monje portero sabría contestarla.
La expresión furibunda del maestro desapareció súbitamente, sustituída por otra de curiosidad y sorpresa, como quien acaba de encontrar algo que creía perdido.
Xiè soltó el brazo del maestro. Wang bajó su cayado y le miró fijamente.
—¿Ya no te duele la picadura, monje?
—Ya no me duele, maestro.
—¿Dónde está ahora la avispa?
—La avispa voló, maestro.
Wang sonrió.
—Esta mañana estás muy despierto, ojos de topo…
Xiè volvió a arrodillarse ante la tarima, la cabeza tocando el suelo, y permaneció así varios minutos. Finalmente levantó la vista hacia el maestro y dijo:
—Cuando estuve en la morada de Qian Sú Liàn aprendí las Cuatro Nobles Verdades del budismo y el Óctuple Sendero de la Rectitud, pero el clima era muy frío y no había muchas avispas.
El maestro hizo un leve gesto de aprobación con la cabeza.
Xiè Chun Zhú se retiró haciendo reverencias.
Me gusta todo en tu relato, desde el título (se da la coincidencia de que soy “Tigre” en el horóscopo chino), pasando por las reflexivas palabras de Lou Andreas Salomé (a quien admiro profundamente desde que era joven) hasta el texto mismo, que me parece muy enigmático, como corresponde. Por un momento creí que ibas a seguir por la senda del dilema, pero he visto (o he creído ver) que prefieres enseñarnos que un buen sistema en nuestro crecimiento personal es mantenernos rebeldes ante las arbitrariedades de los que son más poderosos que nosotros y sobre todo no doblegarnos ante el miedo.
ResponderEliminarBesos.
Si, la idea es un poco esa, aunque el maestro Wang no es realmente un caprichoso dotado de poder. Su agresividad es fingida, sólo pretende provocar al pobre Xiè y hacerle superar su miedo, hacerle dar el salto… cosa que sucede al fin. Dice un aforismo: «Si no entras en la guarida del tigre ¿Cómo vas a atrapar a la cría del tigre?»
EliminarLa narración es parte de un tríptico que estoy poniendo en el blog. Acabo de subir la tercera parte. espero que te guste.
Gracias y saludos.
Me ha gustado mucho el relato, y me ha hecho pensar en lo complicado que es todo para los “seres sensibles”, los que tienen una sensibilidad que va más allá de la “sensibilidad física” de una avispa. Aunque las compensaciones van acorde con las complicaciones, me parece.
ResponderEliminarTambién he pensado en lo relativo que es todo, y en cómo nuestra visión de las cosas depende de nuestras experiencias, tanto emocionales como sensoriales; y en que el cerebro y el alma, el pensamiento y el corazón, no pueden funcionar por separado, por más que les demos nombres diferentes.
Te felicito por este relato.
Un saludo.
Según la interpretación clásica del budismo Zen, la intensidad del satori es proporcional a la tensión que lo precede. Y la cita de Lou Andreas-Salomé nos recuerda que es más un evento visceral que intelectual.
EliminarGracias y saludos.
PD: y la “standard story” me ha encantado.
ResponderEliminarSu entrelazamiento con el relato no es muy evidente, pero en mi cabeza sí que están conectados. Yo veo un paralelismo muy claro, pero que lo vean otros es pedir demasiado. Cheers.
EliminarMe ha gustado mucho el relato en su conjunto, y en particular la inteligente reflexión que le plantea el maestro a Xiè. Reflexión inteligente que sin embargo no es la esencia de la cuestión principal: el salvar a la avispa.
ResponderEliminarMe apunto también las cuatro nobles verdades y el sendero óctuple :)