—¿Marte? Qué tontería. Nunca iremos a Marte.
El hombre, al que me resisto a llamar anciano a la vista de su vigor intelectual y su agilidad de movimientos, echó un trago a su vasito de orujo.
El viejo café estilo art nouveau —refugio de pensadores ociosos, tertulianos pesados y estudiantes nostálgicos— estaba a punto de cerrar. Los camareros limpiaban las últimas mesas y colocaban las sillas encima. Pero yo me resistía a retirarme sin obtener algo más de las estrafalarias opiniones de aquel hombrecillo.
—Nunca iremos a Marte, créame.
—Pero… todo el mundo habla de ello, hay incluso proyectos en marcha, hasta se venden pasajes para el futuro viaje…
—No crea todo lo que lee en los periódicos… Hay muchas razones para que no vayamos a Marte. Le citaré al menos tres. La primera: ¿Se le ha ocurrido calcular cuánto cuesta poner un kilogramo de material útil sobre la superficie de la Luna? Pues búsquelo, los datos están por ahí a su disposición. Y hablo sólo de la Luna. Ahora calcule lo mismo para Marte. Verá que no hay en el mundo suficientes contribuyentes para el dinero que haría falta.
—Pero sólo por que sea caro no vamos a dejar de hacerlo. Fuimos a la Luna y…
—¿Y qué? ¿De qué sirvió, aparte de los alardes políticos de la guerra fría? Dígame cinco hallazgos valiosos que hayamos obtenido por ir a la Luna. ¿Qué está compuesta de silicatos de aluminio al igual que la Tierra? Eso ya lo sabíamos, para eso no hacía falta enviar astronautas a jugarse la vida, en seis (¿fueron seis?) viajes a la Luna, incluyendo un vehículo de cuatro ruedas para pasearse por toda aquella desolación. Si no se obtuvo ninguna información científica realmente valiosa, ¿qué esperamos encontrar en Marte que no pueda descubrir un módulo robotizado bien construído? Esa es la segunda razón.
—Y qué me dice de los avances científicos derivados del proyecto Apollo y los que le precedieron?
—Amigo mío, aunque suene cínico, los avances científicos tienen lugar en las guerras, frías o no. Tiene que haber una motivación muy fuerte, como la supervivencia, para que la gente acepte gastarse toda esa pasta en viajes espaciales.
—Exacto, la supervivencia, usted lo ha dicho. La Tierra se volverá un entorno hostil y necesitaremos buscar un lugar alternativo.
—¿Y se le ocurre Marte? Si sabe lo que costó llevar a tres personas a la Luna, imagínese llevar 7000 millones a Marte. Claro que, como dicen los optimistas, podríamos "terraformar" Marte, creando una atmósfera. No sabemos ni cómo diablos eliminar el exceso de CO2 de nuestra atmósfera, y vamos a crear una atmósfera de oxígeno en Marte. No me haga reír.
—Quizá es usted un pesimista. La tecnología avanza muy deprisa.
—En teléfonos móviles, puede. Pero el resto… Le recuerdo que las agencias espaciales están llenas y gestionadas de burócratas y funcionarios. Y por si no lo ha pensado, su objetivo principal es conservar sus empleos. Piense en 2001, la famosa película. Cuando Arthur C. Clarke escribió el guión allá por 1968, sus especulaciones nos parecían verosímiles a todos. Decíamos: En 2001 se podrá hibernar seres humanos, y ¡deshibernarlos después, claro!; se podrá enviar una nave a Júpiter con siete tripulantes, con gravedad artificial y todo. Ah, y una computadora muy lista, capaz de emular la inteligencia y los odios de los seres humanos; tendremos una base permanente en la Luna —la base Clavius— conectada a la Tierra con una "lanzadera" gestionada por "Pan American". No sé si se da cuenta del par de buenos chistes que contienen esas ideas. Algo macabros, eso sí, considerando las experiencias con lanzaderas espaciales y el triste fin de Pan American. Seamos realistas: la tecnología avanzó exponencialmente a raíz de la Segunda Guerra Mundial, pero después, con la guerra fría, frenó en seco. La tecnología que nos haría falta no estará disponible antes de, digamos 500 años. Y eso suponiendo que encontremos una forma eficiente de generar energía. Y que no nos hayamos extinguido antes.
—Sigo pensando que es usted un pesimista. La historia está llena de aventuras que nos trajeron avances insospechados. ¿Quien dice que no va a ocurrir de nuevo?
—Sí, le acepto que la posibilidad existe, pero la probabilidad es muy baja. Ir a Marte no nos traería ninguna ventaja apreciable, al menos de momento. Un planeta sin apenas atmósfera, sin agua, con temperaturas extremas… ¿Quién querría ir allí?. Marte no es una buena alternativa a nuestros problemas en la Tierra. Y esa es la tercera razón para no hacerlo. La Tierra es nuestra nave espacial. Y lo único que podemos hacer, en vez de buscar una nueva, es tratar de mantener limpia y en buenas condiciones de vuelo a la única que tenemos.
—No sé si se ha dado cuenta de que los camareros están tratando de echarnos con buenas maneras…
—Ya, ya me había dado cuenta. Pero verá, conozco un tugurio que está abierto hasta muy tarde donde podemos continuar la charla. Usted paga los orujos.
—Por mí, de acuerdo. Quizá pueda infundirle algo de optimismo respecto a la especie humana.
—Lo dudo. Lo único seguro de la especie humana es que nos extinguiremos, todas las especies lo hacen. Y si cree que va a haber tiempo para sus aventuras marcianas es que las matemáticas no son lo suyo.
—Vámonos o nos van a echar a escobazos. Y tengo más ideas para rebatir las suyas.
—Vámonos. He nacido para la polémica. Ya verá…
La terra lacrimosa dolce,
il vento che vola sopra,
un pugno di pia gente,
El pesimista o realista no le gustaria a Sheldon Cooper, pero resulta interesante. ¿Podremos saber cómo sigue la conversación en el tugurio?
ResponderEliminarNo, no va a haber continuación. Ya sabes que me gustan los finales abiertos, aunque dada la idiosincrasia de los tertulianos, te puedes imaginar que seguirán manteniendo sus posturas respectivas por los siglos de los siglos. Y tanto orujo acabará pasándoles factura :)
EliminarSaludos.
Vaya casualidad, justo esta semana he estado en una conferencia de lo más interesante en la que apareció Marte y podría decirle al pesimista que se está en camino, cada vez hay más misiones y parece que el 26 de noviembre está en principio programado que el Insight aterrice sobre la superficie del planeta Marte.
ResponderEliminarMe ha gustado recordar por un lado nuestra insignificancia en un universo tan inmenso y por otro nuestra propia individualidad que nos hace vivir en un lugar maravilloso que nos estamos cargando. Mientras te leía y escuchaba la música que has puesto (ideal) pensaba que me quedo con ese La historia está llena de aventuras que nos trajeron avances insospechados. ¿Quien dice que no va a ocurrir de nuevo?.
Te he dejado el enlace al blog del conferenciante aunque está en catalán, me parece que se entiende muy fácil, ya me dirás qué te parece.
Besos
Saludos, Conxita.
EliminarEs bueno que mantengamos viva nuestra curiosidad y sigamos ideando proyectos para conocer aun más el cosmos. En lo que no estoy tan de acuerdo —y ahí coincido con el "pesimista"— es en la necesidad de enviar seres humanos a lugares tan remotos (60 millones de kilómetros en el mejor de los casos) como Marte, porque creo que no hace falta ir hasta allí para aprender cosas. Aunque nuestra herencia cultural en ciencia-ficción nos incline a las aventuras espaciales. La búsqueda de agua —y de vida— en otros planetas parece ser cada vez más, una obsesión para promover los viajes espaciales.
El blog parece muy bien documentado (entiendo perfectamente el catalán), aunque su autor se decanta claramente por el "optimismo cósmico". Dice que le gustaría ver a un hombre caminando sobre la superficie de Marte en la década de los 30. Eso si que es optimismo: El que describa la cantidad de cosas que pueden fallar enviando a Marte un simple robot (me ha gustado eso de que intenten "despertarlo" enviándole canciones de Led Zeppelin), me hace pensar en lo problemático y arriesgado de enviar allí seres humanos. No creo que nosotros lo veamos. Y no es pesimismo, sólo cuestiones prácticas: financieras, físicas y de pura ingeniería.
Saludos. Encantado de tu visita.
A mi me pareció genial la música para despertarlo.
EliminarA pesar de ser curiosa, creo que no se me ha perdido nada en esos planetas aunque entiendo que en otros despierte curiosidad pero sería mejor cuidar más el bonito planeta que tenemos antes de querer descubrir (o destrozar) otros. El ser humano no siempre es bueno para otros.
Saludos
Exacto, Conxita. Yo lo diría así: Ya hemos estropeado, quizá de forma irreversible la Tierra, y ¿queremos ahora estropear otros planetas? ¿Es que somos como una plaga?
EliminarMenos ciencia ficción y más realismo. Aunque no sea más que por mero instinto de conservación. Me parece a mí.
Saludos.