Siempre me ha parecido que muchas cosas que los hombre hacemos con las mujeres, tales como grabarles una selección de canciones en un pen-drive, regalarles un libro, o acompañarles cuando van de compras, son sólo gestos patéticos, con los que intentamos que no se alejen demasiado, gestos que a la larga, nos producirán vergüenza, esa vergüenza de las cosas que recordamos haber hecho, y cuya memoria no podemos borrar. Si has visto algo, no puedes "des-verlo", como cuando vi a aquel gato con una pata atrapada en un cepo.
Es lo que me pasa con Marthe. Ella lo sabe y creo que me desprecia por ello. Pero yo hago como si no me diera cuenta y sigo igual.
Marthe no es muy agraciada, creo que su principal defecto es que parece tener siempre el pelo sucio. Tiene sentido del humor, y a veces nos reímos juntos, una risa cruel sobre las desgracias ajenas.
Ella siempre parece saber qué es lo mejor para los dos. Yo tengo unos criterios muy poco definidos, ella dice que todo me da igual, así que le sigo la corriente, lo cual nos suele llevar a situaciones complicadas y a veces terribles, como ocurrió con la enfermedad de su madre.
Ayer fuimos al cine. La película fue sugerencia suya, y venía acompañada de críticas muy buenas. A mí me pareció espantosa. No de esas que te levantas de la butaca y te vas, pero me pareció mala, o mejor dicho, es que no la entendí. El director, el guionista o quien fuera contaba una historia poco creíble —suele pasar con las películas— llena de insinuaciones oscuras y frases sin terminar, acompañado todo ello de una cinematografía amanerada, vamos, un desastre, yo no sé cómo le dieron tántos premios.
Y cuando le dije a Marthe lo que me había parecido, se enfadó mucho. Entonces empezaron las acusaciones que yo creo que no venían a cuento. Las cosas te gustan o no te gustan, pero no puedes culpar a la gente por ello. Pero a Marthe le pareció un agravio personal. Conseguí que se calmase, explicándole que a lo mejor era que yo no entendía determinada clase de cine, que soy más bien clásico, de películas de género. Me dijo que no era muy inteligente, aunque usó expresiones ambiguas para edulcorarlo.
No sé, creo que Marthe y yo no encajamos bien. No es que nos vaya mal, pero a veces algo se rompe entre nosotros y no hay forma de arreglarlo. Estoy pensando irme de casa, pero la verdad es que me da pereza, cada vez que pienso en la cantidad de cosas que tendría que cambiar.
Quizá es así como vive todo el mundo, a lo mejor es lo normal, y es sólo que a mí me da por pensar demasiado, en vez de quedarme quieto, quieto, a ver si el tiempo se detiene.
(Opal Lamorant, El Ojo del Huracán)
Espero que esto sea sólo una primera entrega de El ojo del huracán, porque me ha encantado. Quiero ver qué más nos cuenta ese hombre tan acomodaticio y esa mujer que siempre parece tener el pelo sucio :D
ResponderEliminarSaludos.
PD: me falta encontrar la relación con Planeta Prohibido...
Le he hablado a Opal de tu comentario, y me dice:
Eliminar1 - No hay relación entre el texto, «Forbidden Planet» o la sinfonía 7 de LvB. Son sólo asociaciones libres.
2 - No es un fragmento de otro texto, es un fragmento per se para provocar la idea de fractura. Ahí le he dado la razón.
3 - Es una parodia. No me ha querido decir de qué o de quién.
Le he dicho que tiene una mente retorcida. Y que a ver si se lava el pelo.
Gracias por tu visita.
Qué bien he hecho en huir de las Marthe-s y no por el pelo sucio, me encanta el pelo, una pena que ahora se lo quiten, también soy clásico en mis gustos.
ResponderEliminarEn cuestiones de cine y premios, los galardones tienen una relación directa con mi ausencia de las salas.