Ola




Hokusai: "Bajo la ola en Kanagawa". La naturaleza y el arte imitándose, cara a cara. 

Yo también la he visto.




Ruinas




Coincidiendo con aquella sensación de realidad trastocada, mis padres tomaron una decisión radical. Abandonábamos la casona en medio de los campos de cultivo y nos íbamos a vivir al pueblo próximo. No tenía sentido seguir viviendo en aquel caserón aislado en medio de las lomas de campos de cereal, comunicados por una pista de tierra, a varios kilómetros del pueblo. Precisamente una casa en el pueblo parecía lo más lógico. Mis padres seguirían manteniendo y cultivando los campos, la casona serviría para guardar la maquinaria y los aperos. Mis hermanos y yo estaríamos menos aislados y dejaríamos de vivir como salvajes. 

Y una mañana me ví alejándome de la masía, sabiendo que me iba para siempre, que aunque pudiera regresar con facilidad a aquel lugar, en realidad sería un paraje muerto, lleno con mis recuerdos, pero vacío de toda su vida, un escenario sin actores. El tiempo iría arañando los muros de la casa hasta dejar sólo una ruina irreconocible.

Nada volvió a ser igual. La casona ya no existe. Nunca tuve una familia. Todo es una fantasía, un cuento que me cuento a mí mismo para seguir adelante, seguir adelante, hasta que una adivina me haga huir de nuevo, espantado, ante la noticia, repetida otra vez, de que no ve nada en mi futuro.


Henri Rousseau:  La Bohémienne endormie  (The Museum of Modern Art, New York)

Colegio




En ocasiones los sueños nos dicen cosas que parecen dictadas por otros, no creadas por nuestra propia mente. El otro día tuve un sueño complicado, en el que alguien decía al final, con toda claridad  «La vida es como el colegio». Al principio me pareció una de esas frases sin sentido que oímos a veces en sueños. Me recordó al título de una canción, «Life's a long song».

Suelo repensar mis sueños cuando el tiempo me lo permite y, en aquel caso, estuve dándole vueltas a la frase. La vida es como el colegio: No estamos aquí por decisión propia; hay siempre una autoridad, que nos dice qué podemos hacer y qué no; estamos sometidos a un horario que no escogemos; nos clasifican y nos evalúan; nos rodean personas a veces amigables y otras no tanto; y al final salimos con la sensación de haber aprendido algo, y con la expectación de no saber qué es lo que viene después. Y que si hubiésemos sabido de qué iba todo esto, quizá hubiéramos escogido otro colegio. No sabemos en qué sería diferente, pero… otro colegio.

Según el método popular de predicción del tiempo meteorológico conocido como almanaque de las Cabañuelas, el tiempo en los primeros días de Agosto refleja el tiempo que hará en los meses siguientes. Por analogía, podría ser que nuestros años en el colegio prefiguren lo que será de nosotros en el resto de nuestras vidas. Ni más ni menos científico que las Cabañuelas. De hecho, sí que he encontrado una analogía en mi caso. Los avatares en mis años de colegial predijeron bastante bien lo que vino después. Cuando terminó el colegio, todo se vino abajo. La metáfora se reveló, así, correcta.


Oh, I wish I had a river I could skate away on. 



Emmi Peltonen


Cinema Show




(Madrid. De nuestra corresponsal especialista en cine Ifigenia López.)

Hemos quedado con Cassandra Martínez en una terraza algo mugrienta de la estación de Atocha. Cuando nos ve, levanta la vista del móvil y se quita los audífonos.  Nos saluda efusivamente. Tras las presentaciones, iniciamos la entrevista.

Ifigenia López: Cassandra, gracias por prestarnos algo de tu tiempo. Ya sabrás que te has convertido en la sensación del momento. Después de tu éxito con "Maltratada y humillada" del director revelación Aitor Pérez, todos quieren saber de tí. Dinos, ¿cómo va el nuevo proyecto en el que andas metida?

Cassandra Martínez: Superguai. Estoy superfeliz y me siento superrealizada de que un director como Koldo Arrizabalaga se haya fijado en mí para el casting de su nueva película. Al menos de momento tengo mogollón de likes.

IL: ¿Te lo esperabas? ¿Pensabas que podías estar en su lista de candidatas?

CM: Ni de coña. Cuando me lo dijeron empecé a flipar. Y yo que no tengo ni puta idea de interpretación… Un crítico decía que en las escenas dramáticas lo que hago es hablar a gritos, bueno, creo que es cosa de familia, todos hablamos a gritos, jeje. Y también decía que sobreactúo, o sea, que no actúo, lo siguiente. Una pasada. Koldo dice que soy un diamante en joya.

IL: Y ¿qué tal ha sido tu encuentro con Koldo? ¿Habéis conectado bien?

CM: Sí, superbien. Figúrate, un tema tán novedoso y rompedor, ambientado en la posguerra franquista… He aprendido mogollón de cosas con Koldo. Es tán fashion y tán superrompedor, tán icónico. Imagínate, rodando exteriores en Minglanilla en Agosto y el tío no se quitaba la bufanda ni para mear. Todo tán rollo Hishcoc, superprofesional, una pasada. Super trendy, tán now, tán classy…

IL: ¿Y los estudios Tomacine cómo son? ¿Te sorprendió el ambiente?

CM: Sí, sí, son superguai y superimpresionantes. Bueno, nosotros los de la profesión lo llamamos el set. Es como un hangar enorme, lleno de gente que no sabes qué hace cada uno, y que se pasan el rato yendo al aseo. Yo creo que es por el estrés. Y el local con ese look descuidado, tan cásual, con mierda por todos los rincones… Koldo dice que le gustan los ambientes naturales, rollo superrealista, dice que una vez Lars von Trier dijo "Aunque todo parezca una puta mierda, tú sigue rodando". Es un genio. Fíjate la de cosas que estoy aprendiendo…

IL: Pero también sabemos que hiciste tus pinitos en Hollywood…

CM: Sí, bueno, aquello fue un flop. Los americanos están en una onda espadas láser, ya sabes, rollo Marvel. Aquí en cambio es todo mucho mas superintelectual, en plan malos tratos, ambiente decimonónico, ya sabes, posguerra civil y tal, o tema yonqui. Allí en los Yues, bueno, así es como lo llaman ellos, parece que se han pasado a lo friqui. Pero también aprendí un montón de cosas. Me dijo un mejicano que no has estado realmente en Los Ángeles si no te comes los tacos de su garito y no te compras un bolso supercaro en Rodeo Drive.

IL: ¿Y qué tal los tacos?

CM: Los tacos están que te cagas. Literalmente. En Elei hay que dejar propina y buena. El mejicano me dijo "stick it up your ass", que quiere decir "que te vaya lindo en tu audición". Se aprenden un montón de cosas viajando.

IL: Bueno y vamos al lío. Los Goya. ¿Qué esperas este año?

CM: Bueno, ya me toca, Esto va por orden de lista, Ya sabes, nos damos los premios unos a otros y cuando termina la ronda volvemos a empezar.

IL: Entonces ¿no hay sitio para las nuevas promesas?

CM: Claro que sí, la gente palma y deja sitio a los demás. Está super bien organizado. Luego hay que echar un discurso, pero corto, y decir que el cine español es cojonudo. Como dice Koldo, si repites algo muchas veces, se convierte en realidad. Lo llama la posrealidad. Es un supergenio.

IL: ¿Te ves a tí misma bajando la escalinata con el Goya entre las manos? ¿En plan Gloria Swanson?

CM: ¿En plan qué?

IL: Nada, es que me he acordado de una cosa…

CM: Claro que me veo, Aitor es candidato, también le toca este año, así que… Y yo de superstar de la peli, todo tán icónico y guai. Pero hay que tener cuidado con la escalera… Bajar con el cabezón en las manos y con tacones de quince pulgadas… quiero decir… quince centímetros, ya sabes desde que estuve en los Yues se me ha pegado lo de las pulgadas, bueno, un rollo, el caso es que te puedes caer y pegarte un hostión, y encima el Ministro de Cultura en primera fila partiéndose el culo de risa. No es muy glamuroso, es una profesión jodida.

IL: O sea que, con tu triunfo con Aitor y ahora tu nuevo proyecto con Koldo vas directa al
estrellato.

CM: Wow sí, sería superguai, una pasada, entre los dos me han enseñado mucho, me han enseñado cosas supercool, cosas que no creía que existieran.

IL: Pues nada, Cassandra, te deseamos la mejor de las suertes y verte otra vez el año que viene con el cabezón entre las manos.

CM: Ay tía, dios te oiga. Pero esto del cine también puede ser un mal rollo. Hay que ir pasito a pasito y no querer comérselo todo el primer día.

IL: Hasta siempre Cassandra.

CM: Gracias tesoro, y gracias a mis fans. Ya nos veremos.



«Alright Mr. DeMille, I'm ready for my close-up»



The Ocean




Ahí estás, sola, junto al mar que no tiene fin, buscando a alguien que has perdido. Me acerco, pero no demasiado. Disparo una ráfaga de fotos, casi sintiéndome culpable. Caminas de un lado a otro, sola, junto al mar que no tiene fin. Las botitas de goma rosa; la caperuza que quizá te cubra de una lluvia inesperada; la pequeña red para coger cangrejos. Sola, junto al mar que no tiene fin, buscando, buscando. Nadie puede verte  mas que yo.





Time out




El hecho de que el psicólogo fuese una mujer me sorprendió en un primer momento. Luego pensé que eran sólo prejuicios míos. Si te van a hacer, pongamos por caso, un bypass coronario, poco importa el sexo del cirujano. Basta con que sea competente y no le den calambres en las manos en momentos inoportunos.

Freud daba mucha importancia a la relación analista-paciente, hasta el punto de considerarla imprescindible para lograr un buen resultado terapeútico. Luego estas opiniones han sido revisadas y ya pocos las consideran relevantes. En mi caso no habría problema. A primera vista, la psicóloga me pareció solvente, aunque algo distante, neutral. Parecía prestar interés a lo que yo le contaba, y lo manifestaba con las preguntas que me hacía a continuación, Pero podría ser sólo un buen entrenamiento, rutinas adquiridas por la experiencia.

Nada de tópicos: ni yo estaba tumbado en un diván, ni ella tomaba notas en un cuaderno: Estábamos sentados a ambos lados de una mesa, donde había un grabador de voz con un punto rojo encendido. Tras los preliminares habituales, se quitó las gafas apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó las manos.

—Bueno, vamos al grano, ¿Qué le trae por aquí? ¿Qué es lo que le preocupa?

Pregunta jodida y la vez trivial. Me preocupaban las mismas cosas que a todo el mundo: La salud, la muerte, los seres queridos y su destino, las incertidumbres económicas, nada nuevo. Nadie va a un psicólogo sólo por esas cosas.

Era algo más sutil, más difícil de explicar, y a la vez me temo que mucho más común de lo que se cree. Resumiendo era esto: ¿Merece la pena vivir? ¿Aun en ausencia de problemas graves o penurias insoportables? Por qué esa sensación persistente como una jaqueca, de que no estaba haciendo algo como debería; esa sensación de insatisfacción, de fracaso, de tristeza que no llegaba a ser una depresión; esa sensación de incompletitud, de algo que falta pero no sabía qué; ese «esto no es como me gustaría, pero no sé por qué»; like a splinter in your mind, driving you mad

La psicóloga escuchaba en silencio, parecía que con atención y de vez en cuando, hacía alguna pregunta pertinente para aclarar algún detalle.

Lo solté todo. Y al cabo de un buen rato, cuando estaba ya, por así decirlo, lanzado, la terapeuta miró por encima de mi cabeza. Me volví y vi que en la pared a mis espaldas había un gran reloj colgado, que más parecía un reloj de cocina, pero que tampoco desentonaba en la decoración minimalista del despacho.

Me sonrió, aunque sólo con la mitad inferior del rostro. Ya sabéis a lo que me refiero, hay sonrisas que llenan el rostro y otras que son sólo una contracción de la boca.

—Bien, los psicólogos somos como los taxistas o las señoritas de vida alegre— me dijo en tono ligero, casi de broma —trabajamos por horas. Continuaremos en otro momento. Lo que puedo decirle por ahora es que sus preocupaciones son bastante comunes en nuestra cultura, y que en una primera evaluación, no veo en ellas nada patológico. De todos modos, le voy a recetar un par de cosas. Inocuas, no se preocupe. Un ansiolítico ligero y complejo vitamínico B.

Sacó de un cajón un talonario y una pluma, una preciosa Montblanc Meisterstück LeGrand, y se quedó quieta, mirándome, rígida, sin mover un músculo.

De repente pensé que le había dado un ataque de algo. Tardé en reaccionar. Iba a preguntarle si se encontraba bien. Me levanté de la silla.

Un pequeño panel, no mayor que la pantalla de un tablet, con una ranura en su parte superior, se desplegó sobre la mesa de cara a mí. Y allí, con letra clara y grande pude leer:


TIME OUT
INSERT COIN TO CONTINUE

y en letra más pequeña:


Allowed banknotes : EUR, USD, GBP, CAD, CNY, RUB
We accept credit cards: Mastercard, VISA, AMEX

Tras unos segundos, no sé cuántos, de parálisis, de estupor, rebusqué en los bolsillos y encontré una moneda de un euro. Lo introduje por la ranura.

La psicóloga, mirándome intensamente con aquellos fascinantes, grandes ojos, algo tristes, que con tanta fuerza traían a mi memoria los rasgos de una joven Greta Scacchi, dijo sonriendo, esta vez ampliamente:

Oh, so then you are really into birdwatching?

La moneda cayó por la ranura con un seco sonido metálico. La psicóloga continuó:

—Como le decía, no se preocupe demasiado. Pida hora a la enfermera de recepción. Ah, y no se olvide de la receta.

Alargó la mano hacia mí. Sentí mi cabeza inundada de sudor. Antes de estrechársela, dudé un instante, como suelen hacerlo los turistas en Roma cuando introducen la mano en la Bocca della Verità.